Por Juan Tomás Valenzuela,
Los presos de La Victoria
y cárceles adyacentes
esperan que el presidente,
de forma satisfactoria,
les premie su trayectoria,
emitiendo algún decreto,
otorgándoles un puesto
en la nómina estatal,
que los pueda reintegrar
al dolo a tiempo completo.
Cuando remeneó la mata
nuestro «ungido» mandatario,
sacó a buenos funcionarios
de forma muy insensata,
para llenar la fragata
de parias, de bandoleros,
de misoginos, rateros,
contrabandistas y chulos,
dando rienda al especúlo
en redes y noticieros.
Al que Danilo nombró
«Asesor territorial»,
en el Consejo Estatal
fue más malo que Boció.
Don Enrique manejó
la administración del CEA
como si fuera su aldea,
creyendo que eso era de él,
vendiendo tierra al granel,
por fincas, metro y tarea.
¿Y que podemos decir
del jovencito Van Troy?
quien creyéndose cowboy
puso a su esposa a sufrir,
golpeándola en forma vil,
porque él es un supermacho
y de premio a este muchacho,
el flamante presidente
lo nombra vicegerente
con asiento en su despacho.
Pero donde el presidente
muestra que está desfasado,
es dándole un consulado
a un confeso delincuente.
Andrés, que tiene expediente
por contrabando de haitianos,
que con la masa en las manos
lo mangán los del G-2,
pero como él es Boció,
salió como parroquiano.
Tres confesos delincuentes
que debían estar bajo llave,
reciben decretos claves
del «ingenuo» presidente.
No hay que ser inteligente
ni poseer doctorado,
para entender que el Estado
está en manos de cuatreros
y que somos prisioneros
de un desfalco organizado.
24 febrero 2018